Cada 1 de noviembre, Portugal celebra el Día de Todos los Santos, y con él una costumbre muy suya, sencilla y llena de simbolismo: el Pão por Deus.
Ese día, los niños recorren las calles con pequeñas bolsas o cestas, llamando de puerta en puerta para pedir dulces, frutos secos o panecillos. Lo hacen recitando versos tradicionales y diciendo “Pão por Deus!”, una expresión que podría traducirse como “¡pan por Dios!”. Es una mezcla entre acto religioso, juego infantil y memoria colectiva.
Un “Halloween” a la portuguesa

Aunque muchos lo comparan con el Halloween anglosajón, el Pão por Deus tiene un espíritu distinto. No hay disfraces, ni sustos, ni “truco o trato”. Es una costumbre diurna, comunitaria y cargada de historia. Esta tradición hunde sus raíces en la idea de compartir y recordar a los difuntos: al ofrecer pan o dulces, se honra a los que ya no están y se refuerzan los lazos entre vecinos.
El gesto tiene algo de oración colectiva y también de solidaridad: todos participan, todos dan y reciben algo.
De la memoria al presente
El origen del Pão por Deus se remonta a tiempos medievales. Algunos historiadores lo relacionan con antiguos ritos paganos dedicados a las almas y, más tarde, con la práctica cristiana de pedir alimentos a cambio de oraciones por los difuntos.
Tras el terremoto de Lisboa de 1755, la costumbre tomó un nuevo sentido: muchas familias quedaron sin hogar y salieron a pedir ayuda “por Dios”, consolidando la expresión que aún hoy da nombre a la fecha.

En cada región, la tradición adoptó un sabor distinto: en el centro del país se celebra el Dia do Bolinho y la elaboración del pastel conocido como Broas dos Santos ha llegado a nuestros días. Suelen hacerse con harina de maíz o trigo, miel o azúcar moreno y se aromatizan con canela, clavo y ralladura de limón. Antiguamente se ofrecían a los niños que iban pidiendo de puerta en puerta o se compartían en familia el 1 de noviembre. Hoy se siguen encontrando en panaderías y supermercados de todo el país, como parte de una tradición que combina sencillez y sabor.
¿Sigue viva la tradición?
En los pueblos y pequeñas localidades, el Pão por Deus sigue muy presente: los niños salen en grupo, las familias preparan dulces y los vecinos esperan su visita con cestas llenas. En cambio, en las grandes ciudades la costumbre se ha ido diluyendo, desplazada poco a poco por el Halloween globalizado.
Hoy son cada vez más las escuelas, asociaciones y juntas de freguesia que intentan revivir la tradición, organizando actividades, talleres o pequeños repartos de dulces entre generaciones. En los Açores, por ejemplo, las caspiadas se siguen horneando cada año como símbolo de identidad local.
Mientras las calabazas de Halloween conquistan escaparates y redes, el Pão por Deus resiste como una tradición discreta, pero llena de alma.
